ZAHARAUI

OBRA

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Memoria creativa Zaharaui. Apuntes del último paraiso perdido
Zaharaui es consecuencia del azar. Al igual que la práctica del dibujo de figura tomado del natural, los apuntes de campo suelen ser un excelente ejercicio para el análisis de luces y sombras, color perspectiva y línea, incluso en artistas cuya obra poco o nada puede identificarse con la figuración o el paisajismo. Durante varios años, Zahara de los atunes y su entorno geográfico constituyó, por razones de vinculación personal, por sus extraordinarios espacios abiertos de inusual cromatismo y, principalmente, por su luz única y de sutiles matices, un excelente espacio para el ejercicio de los apuntes de campo, tomados, en algunos casos por simple práctica y, la mayoría de las veces por puro placer. Con el paso del tiempo, estos bocetos se fueron acumulando en el estudio, en un autentico cajón de sastre en el que se mezclaban pequeños apuntes a grafito con acuarelas y acrílicos capturados en jornadas a pie desde Punta Camarinal a la duna de Bolonia, o en largas sentadas en el faro del Carmen, Trafalgar, la cala de los militares...
Durante la última década, he presenciado en Zahara y su entorno la culminación de dos grandes fenómenos; el primero es puramente geofísico y de una evidencia aplastante: la transformación acelerada y traumática del paisaje. Entre el pueblo y Atlanterra ha surgido un cordón umbilical en forma de edificios de apartamentos cuyo proceso de construcción aportó al paisaje algunos elementos de indudable impacto plástico. Las estructuras metálicas de las grúas se alzaban recortándose sobre las líneas de horizonte, alterándolo en un mínimo espacio de tiempo con la aparición de las nuevas construcciones. El segundo fenómeno es de carácter sociológico y contempla dos aspectos, uno, consecuencia directa de la ocupación de las nuevas viviendas, es la masificación humana de la zona, especialmente en la temporada estival, con la aparición de modos y formas característicos del turismo de masas hasta entonces ajenos a la idiosincrasia del lugar. Por otro lado, y este sería el segundo aspecto, quizás más subliminal pero de hiriente presencia, toda la costa se ha constituido en la puerta de entrada a Europa de inmigrantes africanos, cuyo silencioso y trágico periplo ha rebautizado el litoral comprendido entre Tarifa y Barbate, que ahora es conocido como “La costa de las pateras”.

Comparto la concepción del papel del artista con respecto a la época que le ha tocado vivir, que descarta de plano el de crítico sociológico. En la mayoría de los casos, dejando a un lado posturas y opiniones personales, al tomar estos apuntes no me motivó el análisis de las causas, consecuencias y soluciones de este tipo de fenómenos, sino su mera constatación plástica. De esta manera, al abrir el cajón de sastre de los bocetos de Zahara, aparecieron paisajes apenas insinuados, apuntes de pájaros, peces, caminos, parajes de cañada rural junto a farallones hundiéndose en el mar, y también, como de la caja de Pandora, surgieron las grúas, inquietantes y esbeltas, los edificios, introduciendo su fría geometría en el paisaje centenario y, sobre todo, pateras, muchos restos de pateras solitarias, abandonadas en las playas, entre las rocas, o a lo largo de los pequeños canales con los que el mar se introduce en el monte. Por separado, estos apuntes no eran mas que simples retales puntualmente tomados de la realidad; ordenados cronológicamente tal vez pudieran ser una pequeña crónica visual: ninguno de estos dos aspectos parecían especialmente sugerentes pero, tomados en su conjunto, se ofrecían como una materia homogénea con la que comenzar a trabajar.

En Zaharaui he pretendido contextualizar todos estos bocetos. Para ello, el criterio creativo ha consistido en aglutinar y, en algunos casos enfrentar sobre un mismo soporte apuntes que tomé aleatoriamente, sin otra motivación que la puramente plástica, sin tener en cuenta la técnica empleada ni la cronología. La presencia de la madera, rescatada de restos de pateras varadas en parajes casi inaccesibles, o recogida tras ser arrojada a la arena por el mar como testimonio de las que nunca llegaron a su destino, se impuso como parte integrante de las obras no solo por el interés que me suscitaron sus intensos azules decapados por la erosión y las corrientes, también como elementos de singular autenticidad para mostrar las dos caras de aquella realidad; la que aún nos ofrece el espectáculo de la Naturaleza y la que subyace detrás de aquellos paisajes, oculta, casi innombrable.

Si de las obras resultantes se desprende la denuncia, la nostalgia de lo perdido o la rebeldía testimonial ante lo incomprensible, será señal de que las piezas han encajado. En cualquier caso, esas piezas están allí, como una descomunal taracea, entre la Punta de Tarifa y el Cabo de Trafalgar. 

Pepe Yáñez
Diciembre de 2001